CUANDO LAS PIERNAS NO
RESPONDEN
Todo triatleta sabe lo extenuante
que es su competencia. Si el gasto calórico por nadar, pedalear y correr
grandes distancias es considerable, lo es aún mas cuando se nada, pedalea y
corre contra otros competidores a los que se busca vencer. Podemos decir que el
triatlón es al mismo tiempo una competencia contra otros y contra uno mismo.
Es bien sabido que nuestras
reservas energéticas son limitadas y que, si el ejercicio es constante, tarde o
temprano se agotarán. Por esta razón resulta sumamente relevante estudiar las
formas en las que un triatleta puede conservar sus energías la mayor cantidad
de tiempo posible, pues solo así será capaz de completar sus pruebas aspirando
a los primeros lugares.
¿Y qué pasa cuando las reservas
se agotan?, ¿qué ocurre cuando se ha consumido la energía disponible para
seguir?, ¿qué hacer cuando las piernas ya no responden? Estas y otras preguntas
similares han sido el foco de atención de triatletas y entrenadores por años.
En principio se pensaría que, en tales circunstancias, no queda mucho por hacer
ya que el atleta está “fundido” y sólo podríamos esperar que conserve las
fuerzas suficientes para -por lo menos- cruzar la línea de meta. Después de
todo, cuando “el carro se ha quedado sin gasolina” no se puede esperar que
continúe su camino.
Sin embargo, es interesante
constatar que la fatiga no es solamente un mecanismo biológico. ¿Qué quiere
decir esto? De manera muy sencilla, diremos que el hecho de sentirnos cansados
no solamente obedece a que nuestro sistema nervioso detecta un “déficit de
combustible” sino también a una serie de factores relacionados a la manera en
la que cada uno de nosotros afronta sus propios retos, conoce su potencial e
interpreta sus diferentes sensaciones corporales. En otras palabras podemos
decir que la fatiga es, ante todo, el resultado de un proceso psicológico.
He visto un sinfín de escenas
deportivas en las que dos o más competidores luchan hasta el final por la
victoria. Pruebas en las que los rivales parecen estar a punto de desfallecer
pero en las que uno de ellos logra hacerse de un esfuerzo extra que le vale el
triunfo. Son esa clase de momentos que nos llevan al éxtasis como expectadores,
al contemplar los límites de la naturaleza humana y la fuerza de su
determinación. Episodios en los que uno simplemente se pregunta: “¿de dónde
pudo el triunfador sacar más fuerzas para ganar…? ”.
El punto que quiero resaltar es
que los mecanismos psicológicos juegan un papel principal en esta clase de
momentos. Y más aún, si un triatleta es capaz de entender estos mecanismos tal
vez pueda sacar provecho de ellos para su propio beneficio. Por lo tanto,
considero que sería de gran ayuda analizar un poco qué es lo que hace que, de
dos atletas que han agotado todas sus energías, uno de ellos sea capaz de dar
un paso más con la intensión de vencer. Son esos pequeños “extras” que hacen la
diferencia lo que debemos de escudriñar.
Por supuesto este tema es
complejo y no sería posible abordarlo completamente en este breve escrito. Pero
sí podemos decir brevemente que, en términos generales, algunos detalles
básicos podrían ser de gran ayuda para un triatleta que se encuentra en
preparación. Por ejemplo, que entrene con plena conciencia de que al momento de
competir, lo que puede llevarle al triunfo radica en gran parte en la capacidad
que él (ella) demuestre para superar el cansancio extremo. Debe entrenar su
capacidad aeróbica pero sobretodo su actitud
ante la adversidad. Debe de saber que quizá lo más importante de su preparación
no sea el recorrer kilómetros y kilómetros sino el aprender a conocerse a si
mismo(a), el aprender a reconocer ante qué circunstancias físicas y emocionales
“baja los brazos” y sobretodo qué tipo de señales internas (por ejemplo
pensamientos) o externas (posición de los rivales) le ayudan para insistir un
poco más. Si el (la) competidor(a) se acostumbra a realizar cada entrenamiento
con la convicción de que se está fortaleciendo “emocionalmente” entonces cabe
la posibilidad de que enfrente los retos de cada competencia como alguien que
no solamente se sabe físicamente apto(a) sino también con un “temple de acero”
que le impulsará a dar un esfuerzo más, aún y que las piernas ya no respondan
como quisiera.
Quiero agradecer de manera especial al Master José Manuel Sánchez, Autor de este post, por su confianza y apoyo incondicional, para hacer frente a un reto mas que estamos por hacer; a mi entrenador Alfredo Muñoz, que me inspira cada que vez que sucede los que se describe en las lineas anteriores, a mi familia por su comprension y especialmente a Dios por darme cada mañana todo lo que necesito para vivir a plenitud.
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